La gran confiscación
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Axel Kaiser
John Maynard Keynes lo diría de manera insuperable: “a través de un continuo proceso de inflación los gobiernos pueden confiscar secretamente parte de la riqueza de sus ciudadanos. Mediante este método, ellos no solo confiscan, sino que lo hacen de manera arbitraria y, mientras el proceso empobrece a muchos, de hecho enriquece a algunos”. Tal vez no haya un período en el último medio siglo en que la denuncia de Keynes se haya verificado de manera más sistemática y global que en los siete años recién pasados.
Si la gran depresión abarcó desde 1929 hasta principios de los cuarenta, y la gran moderación desde mediados de los 80 hasta mediados de los 2000, el período 2008-2013 debiera denominarse “la gran confiscación”.
Un reciente estudio de McKinsey sobre los efectos redistributivos de las tasas de interés ultra bajas ha revelado la magnitud de la “confiscación arbitraria” que los diversos gobiernos y bancos centrales del mundo han hecho a sus ciudadanos. Según la consultora, los gobiernos de la zona euro, Estados Unidos e Inglaterra, han incrementado sus ingresos en 1,6 billones -millones de millones- de dólares producto de un servicio de la deuda más bajo y de las remesas otorgadas por los bancos centrales. Solo el año 2012, los gobiernos americano, inglés y europeos han ganado 155 mil millones, 20 mil millones y 130 mil millones, respectivamente.
Si a lo anterior se suman las transferencias directas de los bancos centrales producto de la expansión de sus balances, el gobierno americano se ha beneficiado con 1 billón -millón de millones- de dólares desde 2007, los de la eurozona con 365 mil millones de dólares y el de Inglaterra con 170 mil millones de dólares en el mismo período.
Mientras tanto, grandes empresas no financieras se han beneficiado con 710 mil millones de dólares producto de la política monetaria expansiva. Del otro lado, los hogares de estos países, es decir, los ciudadanos promedio, han sido privados, según el estudio, de unos 630 mil millones de dólares en ingresos netos por concepto de intereses.
Desde un punto de vista macro, la pregunta que corresponde hacerse es evidente: qué pasa cuando se termine la era de tasas de interés confiscatorias. McKinsey anticipa lo siguiente: a) regreso de la volatilidad en los mercados; b) el costo de servir la deuda de los gobiernos podría subir hasta en 20% forzando alzas aún más dramáticas de impuestos y a recortes de gasto aun mayores a los discutidos hoy; c) los hogares endeudados enfrentarían costos mayores generando las crisis de pagos ya conocidas; d) corporaciones no financieras se verán privadas de una importante fuente de utilidades; d) fuga de capitales en la zona euro; e) fuga de capitales en las economías emergentes; f) altas pérdidas para tenedores de bonos; y g) colapso de inversiones con alto apalancamiento amenazando la estabilidad del sistema financiero.
La alternativa es que la confiscación mediante tasas ultra bajas siga indefinidamente. En ese caso, sugiere McKinsey, se sembrarían las semillas para otra crisis financiera.